¿Puede Chile superar el rezago económico y mantener los niveles de inversión?

Especialistas analizan el panorama actual del país y proponen caminos para mantener el desarrollo de sectores clave

2 de septiembre de 2025Infraestructura
Por Belén Palkosvky 

Una reciente mesa redonda de GRI Institute, celebrada en las oficinas de WTW (Willis Towers Watson), en Santiago, Chile, e intitulada “Reset de Confianza: ¿Puede Chile retomar el liderazgo en inversión a largo plazo?”, reunió a expertos y ejecutivos para discutir en profundidad los desafíos económicos, la percepción internacional del país y las condiciones necesarias para que Chile recupere protagonismo como destino de capital a largo plazo. 

Jose Necochea, Head of P&C Cluster Sur de WTW Chile, condujo la conversación, que contó con la participación especial de Rodrigo Aravena, economista jefe del Banco de Chile. Otros nombres, como Claudia Valdés Florenzano, de IDB Invest - Inter-American Development Bank Invest - Chile, Eduardo Acuña Fernández, del Ministerio de Energía, Gloria Hutt, de la Asociación de Concesionarios de Obras de Infraestructura Pública, y Juan Pablo Raffetto, de MetLife Investment Managment, también marcaron presencia en el debate. A continuación, las conclusiones más relevantes: 

Los ejecutivos coincidieron en que el crecimiento ha sido insuficiente: desde 2014, el desempeño económico ha promediado un 2% anual, muy por debajo del 2,9% registrado por países que, en el mismo nivel de ingreso per cápita, lograron un desempeño 50% superior. Este rezago se agrava al considerar la baja tasa de participación laboral, que se ubica en 61% frente al 64% previo a la pandemia, lo que implica que el desempleo efectivo rondaría el 11% y no el 9% actual. A esto se suman barreras no arancelarias - ligadas a propiedad intelectual, licitaciones en el sistema de pensiones y regulaciones sectoriales - que generan incertidumbre, así como una fragmentación política que dificulta la construcción de consensos y una burocracia que ralentiza proyectos estratégicos.

A pesar de esta autocrítica interna, la percepción externa sigue siendo más optimista. Inversionistas internacionales valoran la seriedad, estabilidad y proyectabilidad de Chile, y destacan que el país ha mantenido un marco jurídico sólido que ha permitido, por ejemplo, desarrollar un sistema de concesiones ejemplar en la región, con participación de inversionistas de 16 países. La historia de resiliencia frente a shocks internos y externos, basada en políticas públicas consistentes y no en factores coyunturales sigue siendo un activo clave. No obstante, se advierte sobre el riesgo de caer en la “trampa del ingreso medio”: un fenómeno en el que, tras una etapa de rápido crecimiento y reducción de la pobreza, el aumento de las expectativas ciudadanas respecto a bienes y servicios públicos supera la capacidad de la economía para financiarlos.

En el plano sectorial, la infraestructura y la energía aparecen como áreas estratégicas, pero con desafíos concretos. El sistema de concesiones chileno, si bien reconocido, enfrenta un cuello de botella: alrededor de US $9.000 millones en proyectos licitados entre 2020 y 2025 aún no han iniciado obras por problemas de permisos, falta de coordinación interinstitucional y deficiencias de planificación a largo plazo. En energía, se destacó la continuidad de políticas orientadas a las renovables como ventaja competitiva, aunque con el reto de compatibilizar la expansión de proyectos solares y eólicos con la aceptación social y el uso intensivo del territorio.

Los ejecutivos presentaron propuestas para reactivar la inversión: fortalecer la capacidad de gestión del Estado mediante más recursos humanos y técnicos; actualizar la metodología de evaluación social para adaptarse a nuevas tecnologías y patrones de demanda; diseñar incentivos contractuales que eviten retrasos en la ejecución de obras; innovar en modelos de financiamiento, siguiendo ejemplos de otros países latinoamericanos; y, sobre todo, institucionalizar la planificación de largo plazo con un organismo capaz de coordinar ministerios, definir prioridades estratégicas y tomar decisiones vinculantes, tomando como referencia el modelo británico. También se subrayó que la política pública debe ser de Estado y no de gobierno, evitando cambios drásticos en las reglas del juego que erosionen la confianza, como ha ocurrido en otros países de la región.

En cuanto a la imagen país, se insistió en que cada decisión política o regulatoria es evaluada por los comités de riesgo de las empresas internacionales, que analizan con detalle la estabilidad de las reglas y el respeto a los contratos vigentes antes de comprometer inversiones a 20 o 30 años. La competencia global por capital es intensa y Chile, pese a seguir siendo uno de los líderes regionales, no puede dar por sentada su posición. Para algunos, el mayor desafío es interno: los chilenos tienden a ser más pesimistas sobre su realidad que los observadores externos, lo que puede socavar la confianza colectiva. Recuperar un enfoque pragmático, libre de excesiva carga ideológica, y reforzar la colaboración público-privada fueron señalados como pasos imprescindibles.

En definitiva, el debate dejó claro que Chile cuenta con ventajas institucionales y reputacionales que lo diferencian en América Latina, pero que el estancamiento económico, la rigidez del mercado laboral, la tramitación lenta de proyectos y la falta de una estrategia de Estado coherente amenazan su capacidad de retomar el liderazgo. Si se implementan las reformas estructurales propuestas, se agilizan los procesos y se construyen consensos de largo plazo, el país podría no solo recuperar su atractivo, sino consolidarse como un referente global en inversión a largo plazo.